sábado, 7 de febrero de 2015

Camilo Cienfuegos y el orgullo de ser cubano

Por Lydia Esther Ochoa

Camilo Cienfuegos hubiera cumplido este 6 de febrero 83 años de edad, pero aunque sus cabellos y su barba se hubieran tornado blancos y su paso no fuera firme ni su figura esbelta, la sonrisa sería la misma, la sonrisa y la mirada que en las fotografías y en los documentales expresan ternura, franqueza y bondad.

Su muerte prematura, a los 27 años, privó a los cubanos de la presencia y el talento natural de un hombre de pueblo, sencillo, sincero que enalteció la lucha revolucionaria, primero participando en las huelgas contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958).

 
Después vendrían sus días de consagración revolucionaria a bordo del yate Granma y el desembarco junto a los demás expedicionarios el 2 de diciembre 1956, y más adelante los combates en la Sierra Maestra, la invasión de Oriente a Occidente con el Ejército Rebelde, hasta su desaparición física el 28 de octubre de 1959, meses después del triunfo revolucionario.

Tal vez en su infancia, en La Habana donde nació, cuando jugaba con sus amiguitos soñaba con las grandes hazañas del patriota Antonio Maceo (1845-1896), a quien tanto admiraba, sin imaginar que algún día tomaría su misma ruta para darle el tiro de gracia a la tiranía batistiana.

Al admirar profundamente a Maceo y a otros héroes mambises, Camilo se convirtió también en un guerrero que marchaba al combate audazmente sin importarle el peligro, como si fuera el protegido de los dioses y quisiera disputarle al troyano Héctor el sitio más alto de los valientes para enfrentar al enemigo.

La invasión mercenaria a Playa Girón, la Crisis de Octubre, el bloqueo imperialista y tantos otros acontecimientos hubieran contado igualmente con el protagonismo de Camilo, al igual que en nuestros días, pues a pesar de las ocho décadas de existencia habría sido el mismo muchacho de pueblo, ajeno a privilegios.

En estos tiempos de carencias materiales, le han hecho falta a su pueblo la firmeza, la sonrisa, el gesto sincero, la sencillez, la simpatía y la mirada de aliento, que en el Comandante Camilo Cienfuegos eran expresión de grandeza, pero su imagen nos acompañará siempre con su sombrero, su uniforme verde olivo y sus botas de campaña, con su rostro animado por el optimismo y el orgullo de ser cubano.

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